Fuera
de este mundo
Era un día gris y lluvioso, posiblemente el peor día de su vida. Hannah estaba
frente a aquel parque al que siempre solía ir con su amado, pero con una
diferencia: esta vez estaba sola con el único consuelo de que él seguía en su
recuerdo tan fresco como si pudiera verlo, sentirlo y tocarlo, pero era
consciente de que jamás iba a volver. Se había marchado de su vida para siempre
y, lo peor, no se había despedido de ella.
Benjamin
había fallecido y no le quedaba otra que aceptarlo pues no podía cambiar ese
funesto destino, pero su mente no podía soportarlo, tenían planes de futuro.
¿Qué pasaría con esos planes? ¿Serían simplemente eso, planes? Cuanto más lo
meditaba, más oscuro veía ese futuro sin su otro yo, era como separar a dos
gemelos recién nacidos que hasta ese día no conocen otra vida más que la
compartida con su “otra mitad”.
Hannah
tomó una decisión que cambiaría su destino y el de sus seres queridos. Se
dirigió a la casa de Benjamin, cogió esa moto que tanto apreciaba y se montó en
ella. Se puso el casco y la condujo hacia el lugar más peligroso de la ciudad:
el acantilado. Hannah aceleró y salió disparada hacia el que sería su final. En
este corto trayecto se le pasaron por la cabeza todos los momentos que
compartió con él, y se aferró a la moto pues era lo único que le quedaba de él,
fue una gran explosión de adrenalina e inconscientemente gritó, pero no era un
grito de dolor ni de nostalgia, sino de felicidad. Y de pronto sintió que era libre. Suspendida en el aire a una
velocidad inimaginable, Hannah se sintió como nunca antes se había sentido, como
un pájaro que vuela sin rumbo alguno, pero que sabe que su vuelo ha de acabar.
Entonces lo vio, vio su reflejo en el agua, observándola con los brazos
abiertos, dándole la bienvenida a su nuevo mundo. Fue en ese instante cuando se
percató de todo lo que dejaba atrás: su familia, sus amigos y su vida entera. Todo
cuanto había hecho quedaría en la memoria de los demás, pero valía la pena.
Fuera de este mundo o lo que sea que hubiera más allá, deseaba estar junto a
él.
Llegó el
momento y tocó el agua que poco a poco fue resquebrajándola en pedazos, pero no
fue más que un dulce dolor, pues su destino estaba ahí, junto a él, fuese donde
fuese.
* El texto tenía que contener esta
frase que está en negrita.
Nidia
Suárez, 1º Bachillerato, IES Joaquín Artiles